El arquetipo del niño es el primero que toma forma en nuestro inconsciente,  el que más difícil nos es de detectar, y por tanto, el que más nos condiciona la vida.

El arquetipo del niño toma forma según las experiencias que vivimos desde que nos encontramos en el vientre materno, hasta aproximadamente los siete años de edad. Ahora te voy a contar cómo se da dicho proceso:

Al nacer, nuestro cerebro es como un ordenador nuevo, con sus programas de funcionamiento básicos (instintos). En ese momento comenzamos a grabar lo que sucede, nuestras sensaciones, impresiones, etc. Aunque este proceso comienza en la barriga de nuestra madre, no tenemos recuerdos anteriores a los 3-4 años aproximadamente, lo que nos lleva a pensar que sólo nos afecta lo que recordamos, ya que “ojos que no ven…”, pero no es así en absoluto. Lo que vivimos durante esos primeros años, queda grabado en otra memoria, a la cual no tenemos acceso (hasta que aprendemos a acceder a ella). Esta memoria, de la que hablo harto y tendido en los artículos sobre arquetipos, ya que es el lugar donde habitan, se aloja en el inconsciente; y no te puedes imaginar de qué manera nos condiciona la vida. De hecho, muchas de las decisiones que tomamos son fruto de nuestro inconsciente.

Seguro que has escuchado en más de una ocasión, mencionar que «los niños son como esponjas», ya que tienen una enorme capacidad para absorber cualquier aprendizaje. La cuestión es, que no sólo son esponjas a nivel cognitivo, en cuanto a su capacidad de aprendizaje. Tambíen lo son en cuanto a su aprendizaje emocional, y las emociones que que sentimos durante la infancia,  quedan grabadas en el inconsciente determinando nuestras actitudes emocionales automáticas cuando somos adultos.

Un niño bilingüe , por ejemplo, se convierte en un adulto que que habla dos idiomas a la perfección. Este adulto, no recuerda el modo en el cual se dio este proceso. No recuerda como su madre le hablaba en un idioma y su padre en otro. Ni como él, poco a poco, fue pasando de no entender nada a comprender todo lo que escuchaba en ambos idiomas. Simplemente los habla, y sabe que dispone de esta capacidad por que le enseñaron desde pequeño.

Sin embargo, el aprendizaje emocional, es más complicado de comprender y detectar. Ya que nuestros padres, que obviamente, tampoco son conscientes de sus actitudes automáticas, nos han educado movidos por las mismas.

Un adulto inseguro, por ejemplo, es una persona que tiene poca confianza en si misma, le cuesta tomar decisiones, y cuando las toma, éstas suelen estar basadas en el miedo (un miedo inconsciente). Este adulto, al igual que en el caso del adulto bilingüe, tampoco recuerda como se dio este proceso. Tal vez papá estuvo ausente durante su educación, y mamá era una persona ambivalente, con la cual no sabía a que atenerse; por lo que no recibió seguridad emocional por ninguna de ambas partes. La difencia, la gran diferencia, es que ni lo recuerda, ni se lo plantea, ni nadie le ha hablado sobre esto. Ni siquiera sabe que su inseguridad, es el resultado de un proceso que tuvo lugar durante su infancia. Simplemente actúa de este modo de manera automática.

Y así, hermanas, es como funciona el pez que se muerde la cola con el arquetipo del niño

Estallidos de ira, miedo, evasión de los conflictos, negación, inseguridad…son tipos de actitudes emocionales que nos acompañan en nuestro día a día sin darnos cuenta. Nos parece que nuestras reacciones son «normales» porque siempre han estado ahí, y porque muchas otras personas también reaccionan del mismo modo que nosotros. Yo no te voy a decir que estás reacciones sean normales o anormales, lo que si te digo es que estoy segura de que son reacciones que ni te ayudan a vivir y relacionarte mejor, ni te proporcionan felicidad.

El arquetipo del niño es el más heterogéneo y variado que existe, ya que hay tantos como personas rondando por el planeta.

No obstante, me parece interesante enumerar algunos tipos de «niños» que se clasifican como arquetipos dominantes, dado el tipo de educación que recibimos a nivel social en la actualidad, ya que puede que te sientas identificada/o con alguno de ellos:

EL NIÑO AMADO

Este niño ha sido criado en un entorno de amor y armonía, y recuerda su infancia como un periodo feliz y lleno de cariño.

El niño amado bien integrado representa la belleza y la inocencia. Es amoroso y de corazón puro. De adulto es sereno a la vez que conserva la curiosidad y pureza de la infancia. Son personas cariñosas y comprensivas con los desequilibrios de los demás, ante los cuales no reaccionan.

El niño amado mal integrado, nos lleva a la indefensión. Los niños pequeños son indefensos y necesitan de la protección de sus cuidadores. El problema viene cuando la protección ha derivado en sobreprotección, o se ha extendido en el tiempo más de lo necesario. Este niño se siente indefenso en un mundo hostil que no responde a sus necesidades. De adultos tienen serias dificultades para hacerse cargo de sí mismos. Les cuesta reconocer sus errores, y tienden a culpar a los demás, al entorno, o a lo que sea por ellos. Pueden tener reacciones infantiles o violentas si las cosas no salen como ellos quieren; y exigen que los demás se adapten a ellos y hagan las cosas a su conveniencia.

EL NIÑO ABANDONADO

Este arquetipo se desarrolla durante la infancia, en personas que: o bien han sido literalmente abandonadas por sus padres, o sus padres han estado ausentes durante la crianza, y no han atendido a las necesidades emocionales de sus hijos.

El niño abandonado bien integrado es lo que coloquialmente llamamos “persona hecha a sí misma”. Son personas que han sabido aceptar su carencia afectiva y coger las riendas de sus vidas. Al no haber tenido un modelo a seguir, se han hecho cargo ellos de sí mismos adecuadamente, y han desarrollado su propia personalidad y valores.

Este niño mal integrado, se transforma en un adulto con miedo al abandono y tendencia a la victimización. Para ayudarte a detectar este patrón, añadiré que son personas que suelen culpar abiertamente la ausencia de sus padres, o una infancia infeliz por sus problemas actuales. Tal vez luego se sientan culpables y digan “No, pero es que ellos pobres no pudieron hacer otra cosa”. Sí, pero ahí estamos erre que erre… Algunos, dada su inseguridad, se vuelven manipuladores tan sutiles que sus manipulaciones son muy difíciles de detectar por los demás. No obstante, el perfil “victimista” siempre va unido a estrategias de manipulación inconscientes.

EL NIÑO HERIDO

Este niño, tal y como indica su nombre, ha sufrido algún tipo de herida durante la infancia. Es un niño que se ha sentido agredido de algún modo, puede ser física, psicológica o emocionalmente.

El niño herido bien integrado, ha logrado comprender y trascender el dolor vivido en la infancia, y es capaz de crear relaciones sanas sin miedo a salir herido. Saben poner sanos límites con los demás, y no someten ni se dejan someter. También pueden ser personas que usan su aprendizaje para ayudar a los demás a curar sus heridas emocionales.

El niño herido mal integrado, puede derivar en varias vertientes, entre otras:

Puede ser que se identifique con uno de los papeles experimentados en su infancia (agresor o víctima). Si de adulto perpetúa su identificación con la víctima que fue de pequeño, será una persona sumisa, que soportará e incluso atraerá a personas que lo traten mal, tal y como sucedió en su infancia. También puede ser que se identifique con el agresor, para no volver a verse en el papel de víctima, y sea el quien someta a los demás por miedo a verse en una posición de desventaja.

EL NIÑO ETERNO

Este arquetipo del niño eterno habla del síndrome de Peter Pan. El que nunca crece, el que se niega a envejecer.

Este arquetipo bien integrado, empuja al adulto a no estancarse, tener una mentalidad joven y ser innovador. Son personas alegres, enérgicas y dinámicas, la «salsa de cualquier fiesta». A veces son aventureros incansables.

En caso de estar mal integrado será un adulto que se niega a madurar y adoptar la responsabilidad que corresponde a su edad. En las relaciones puede tener tendencia a andar «de flor en flor», a buscar una pareja que ejerza de padre/madre, o ambas cosas al mismo tiempo. Cuando escogen una pareja que sustituya a un cuidador son muy dependientes emocionalmente, y suele ser la pareja la que se encarga de solucionar sus conflictos cuando surgen.

EL NIÑO FANTASIOSO

Este arquetipo refleja esa parte infantil que imagina y crea sin parar. Esta maravillosa sensación que viven los niños cuando se pierden es sus pensamientos imaginando nuevos mundos.

Lo que ocurre con este niño si no madura adecuadamente, es que de adulto tendrá tendencia a no aceptar la realidad, lo que viene a ser hacia la negación y la evasión. Una de las maneras en las que se origina este patrón, es mediante un trauma infantil. Se puede dar en niños que han sufrido situaciones muy dramáticas en su infancia y han tenido que usar este mecanismo de «negación de la realidad» para sobrevivir. También puede ser que de niño sus padres le hayan desmotivado en cuanto a sus sueños e ilusiones.

Bien integrado, es un adulto sumamente creativo. Son personas que ven la belleza en todas partes, y no se cortan a la hora de expresar sus pensamientos y fantasías. Tal vez incluso estando bien integrado este arquetipo, pueda parecer infantil a ojos de los demás. Pero esto no es así en absoluto, lo que ocurre es que mantienen esa fresca imaginación y espontaneidad de los niños, que la mayoría de los adultos olvidaron y enterraron hace tiempo.

El arquetipo del niño bien integrado, se ve representado en un adulto que se comporta como tal.

Una característica del trauma, es que cuando se da, surgen bloqueos que dejan a la persona «infantilizada». Anclada a nivel emocional en la edad a la que sucedió dicho trauma. Por este motivo es tan importante trabajar con nuestro niño interior, dejar fluir las eneregías bloqueadas durante la infancia es el primer paso a dar para conseguir una vida plena y feliz.  El trabajo con el arquetipo del niño, consiste en analizar las pautas educativas que recibimos durante la infancia, y detectar como éstas condicionan nuestra vida, para  desde nuestro adulto actual, ayudar a ese niño a madurar; con información, cariño, y paciencia.

 

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